
Adictos a lo vintage
Más allá del toque lisérgico y añejado de los filtros de Instagram, el mundo está experimentando -desde hace rato ya- una severa adicción por el pasado, por lo vintage ¿Nostalgia? No necesariamente…
El movimiento, que en un principio fue catalogado como emotivo, tiene implicaciones sociológicas que han repercutido en nuestra conducta y nos han mandado a todos a buscar en el baúl de los recuerdos –por no decir basurero- de la historia contemporánea, sonidos, imágenes y actitudes de comprobado éxito.
¿Qué ocurre con lo nuevo? El periodista inglés Simon Reynolds, célebre crítico musical que acostumbra a escribir reportajes de la culturar popular –pop culture- para revistas como NME y Melody Maker, publicó recientemente un libro en el que luego de un extenso paseo por las últimas cuatro décadas, diagnosticó que la sociedad moderna se encuentra en un estado de fiesta infinita, de comodidad absoluta y de fascinación por el aquí y ahora que se olvidó completamente del futuro.
Reynolds, con palabras más ilustradas y precisas que éstas, en Retromanía –libro en dónde exorciza su fijación por nuestra fijación con el pasado- se realizó varios planteamientos ¿Por qué las grandes bandas de la actualidad suenan como bandas de los 60, 70, 80 y hasta 90? ¿Por qué lo “nuevo” es una reformulación de cosas y situaciones que existieron hace 40 o 30 años? ¿Por qué las propuestas estéticas, desde la música hasta la indumentaria –pasando por el mobiliario- son un reedición del reciente pasado? ¿Por qué a lo largo de la historia las épocas están más visiblemente separadas por movimientos disruptivos y transformadores, que en la actualidad?
Estas legítimas interrogantes tienen una respuesta mucho más lógica y preocupante que el simple y obvio hecho del “ciclo”. Reynolds, todo apocalipsis, asegura que la sociedad actual está en un estado de estancamiento en el cual se valora más las retaguardias que las vanguardias, dándole prioridad a la memoria por sobre la curiosidad del futuro.
Sí, también es cierto que los continuos avances tecnológicos podrían demoler esta teoría en segundos, peor aún, en nano segundos; pero Reynolds ya tiene una respuesta para eso: La tecnología ha estado al servicio de la adicción a lo vintage: Computadoras y demás plataformas digitales capaces de almacenar y reponer instantáneamente hasta el registro más banal de nuestro pasado y nuestro presente. Una joroba en forma de archivo que cada vez se hace más y más grande, pero no necesariamente pesada.
Vivimos en una sociedad fanatizada por la satisfacción inmediata y decididamente convencida de que la vida hay que vivirla como un presente vitalicio. Nadie quiere envejecer y todos preferimos sentirnos jóvenes rodeándonos de viejas referencias.
La más reciente campaña de la marca venezolana de trajes de baño Lolita & Colita muestra claras referencias del charming de hace décadas ¿El futuro es la desnudez?
El más reciente single de Azealia Banks, la nueva musa fetiche de los compradores de Urban Outfitters, suena -como su propio nombre lo indica- a principios de los noventa. Bien pudo haber musicalizado un episodio de Baywatch, en el que Hobbie, hijo del sobrevalorado Mitch Buchanan, se perdiera en los malos hábitos de Venice beach.
Buenos Aires (Capital Federal). Catedral de lo vintage.
Por estar pendiente ahorita de lo vintage nos estamos olvidando de crear lo que será vintage mañana.