Chat room I

-¿Todavía se lee Caurimare desde la autopista?

-Mjú.

-¿Y todavía venden tostoncitos y coquitos en las colas del semáforo?

-Si, lo que no ví más fueron los raspaos.

-Seguro hubo algo que los suplió.

-En efecto. Unos chupi-chups que se llaman Bon Ice y que tienen como imagen un simpático Pingüino.

-¿Un Pingüino en Plaza Venezuela?

-Y en Chacaito.

-¡Cha-ca-i-to! Es que si hubiese sido un chiguire o un oso frontino no hubiese pegado.

-¿Te refieres a que los venezolanos somos muy susceptibles a las modas?

-Más que a las modas, a los modos de afuera… Pero basta que pongas un pie afuera para que jures ser un devorador de reinas pepeadas, un fanático de la chicha andina y no le encuentres sentido a tu vida sin queso blanco.

-Es que la vida no tiene sentido sin queso blanco.

-Cuéntame de la gente. Elévate unos diez metros y relátame una radiografía como lo hacías en la universidad. Cuéntame algo aunque tengas que hablarme de política.

-¿Qué tan breve?

-Lo más que puedas.

-La política, quieras o no, ha llenado todos nuestros espacios. La población opositora ha escondidos sus banderines de clase media y ha marcado una kilométrica distancia con el sector de la población que se identifica con los actuales gobernantes. Dicha distancia ha encontrado en la estética y sus maneras la mejor vía para demostrar su acérrima postura. Es decir, soy tan antagonista que me opongo a todo lo que representas y si lo que representas es ordinario, ramplón y exageradamente folklórico, yo seré lo más frívolo del mundo, no escatimaré en lujos ni en detalles de finura, porque por nada del mundo “yo opositor” quiero parecerme a “tu ministro”.

-Pero la gente sigue escuchando reggaetón.

-Por eso sacaron la de pose, pose, pose.