Los 5 momentos más psicotrópicos de Hunter S. Thompson

Los 5 momentos más psicotrópicos de Hunter S. Thompson

Este 20 de febrero se cumplen 10 años desde que Hunter Stockton Thompson se voló los sesos. El atrevido periodista norteamericano, luego de demostrar que dominaba -hasta con desgano- el periodismo tradicional, reinventó el oficio sin proponérselo, creando una versión tremendista en el que se desconocen todo tipo de reglas y se desdibujan las fronteras entre realidad y ficción, y objetividad y subjetividad: El gonzoperiodismo, informar deformando, una adaptación hecha a su imagen y semejanza. El arma de guerra con la que consiguió contar increíbles historias y su propia muerte.

Escritor de Miedo y asco en Las Vegas e íntimo amigo de Johnny Depp, Jack Nicholson, Sean Penn y Bill Murray. Si había que drogarse, Hunter se drogaba. Si había que dormir con ratas, se acomodaba entre ellas. Si había que comer tierra, nos la hacía tragar con cada una de sus descripciones. Lisérgico, aturdido, furioso, extremista y esperpéntico. Hunter S. Thompson llenó las páginas de Rolling Stone, Esquire y Playboy con erosivas palabras y textos que todavía causan combustión.

Para conmemorar tan importante fecha, recuerdo cinco de sus momentos más psicotrópicos.

Mayo de 1970. Hunter fue enviado como corresponsal para cubrir el Derby de Kentucky, la célebre carrera de caballos purasangre. Asqueado –en sus propias palabras- por la conducta de la alta sociedad estadounidense que allí se apandillaba, escribió El Derby de Kentucky es decadente y depravado, un reportaje que describía maniáticamente en primera persona todo lo que veía y escuchaba en su desesperación por entregar a tiempo el artículo. El deadline llegó y Thompson decidió arrancar las hojas de su libreta de anotaciones y así, un montón de notas inconexas y arbitrarias, se las envió a su editor, quien quedó encantado por la vanguardista manera en que se encaró el evento. Fue considerado el primer reportaje gonzo.

Primavera de 1971. Hunter es enviado a Las Vegas a cubrir para Sport Illustrated una carrera de motos. El ácido y el éter, mezclado con los bombillos titilantes y las palmeras de plástico, hipnotizaron al periodista que no logró atar ninguna oración. Una semana después, luego de escaparse del hotel sin pagar, recibe un telegrama de Rolling Stone pidiéndole que cubriera la conferencia nacional antidrogas en la que participarían más de mil policías discurriendo sobre el peligro de los psicotrópicos. Hunter prefiere quedarse en la habitación inhalando adrenocromo y alucinando con monstruos en la cresta de una ola. El reportaje quedó en segundo plano, pero Hunter tenía material suficiente para escribir su novela más famosa, Miedo y asco en Las Vegas.

22 de abril de 1987. Jack Nicholson cumplía 50 años y Hunter decidió darle una sorpresa. Grabó aterradores sonidos de animales salvaje. En el tejado de la casa del ganador del Oscar instaló dos amplificadores inmensos que reproducían el atorrante sonido. En la puerta de la casa colgó un corazón de alce que goteaba sangre mientras él le daba vueltas a la mansión disparando armas de fuego. “Jack pensó que nos estaban atacando”, relató para Vanity Fair Angelica Houston, novia de Nicholson para ese entonces. “Nos escondimos en el sótano y llamamos a la policía. Luego Hunter llamó a la puerta y entró a la casa llorando de la risa”.

Verano de 1998. Hunter le pidió a Johnny Depp que lo encarnara en la versión cinematográfica de Miedo y asco en Las Vegas (1998). El actor aceptó y se mudó varios meses a la casa del escritor con la excusa de estudiarlo y conocerlo de cerca. El rompecorazones de Hollywood de ese entonces vivió metido en el sótano de la casa, rodeado de cachivaches de los 70’s, la época dorada del gonzo. Un día prendió un cigarrillo sin darse cuenta de que la mayoría de las cajas que lo rodeaban estaban llenas de pólvora. Johnny, angustiado, le reclamó a Hunter, quien se volteó carcajeando y espetó “aprende a vivir al límite”.

20 de febrero de 2005. Hunter llevaba fantaseando con la idea de quitarse la vida desde 1978, cuando quiso lanzarse desde el piso 28 de un edificio de la Quinta avenida de Nueva York, donde funcionaban las oficinas de Rolling Stone. Cojo y con una infección en los pulmones, aprovechó la visita de su hijo y sus nietos para tomar un revolver y dispararse dentro de la boca. Johnny Depp pagó el funeral y, tal y como él mismo había planeado décadas atrás, sus cenizas fueron estrelladas en el cielo con fuegos artificiales mientras sonaba Bob Dylan.

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