
Movimiento Slow: Bajémosle dos
Kylie Minogue nos lo dijo en el 2003 con Slow, y Julieta Venegas abogaba por bajar la velocidad con Lento en 2004. Casi una década después se pone de moda el manifiesto del Movimiento Slow, tendencia que nos invita a frenar en todo sentido y expulsar de nuestro vocabulario la carga semántica negativa y peyorativa que le agregamos a la palabra “lento” cuando nos referimos a alguien.
Aunque este grupo de ideas lleva muchos años en conversación, con la publicación del best seller Elogio a la lentitud del gurú antiprisa Carl Honoré, el Movimiento Slow tomó fuerzas en su campaña que busca hacerle entender a la humanidad que la noción de “mientras más rápido mejor” es una ilusión vinculada con un sistema de antivida, “porque vivir rápido no es vivir sino sobrevivir”.
Con la velocidad turbo y la extrema sobrevaloración de los segundos, o nanosegundos, de la sociedad actual, los seres humanos nos hemos comenzado a definir por lo que hacemos y no por lo que realmente somos, apretando el acelerador para ganar tiempo y obtener así más ganancias.
Aunque con un claro referente hippie y en apariencia anticuado, los postulados de este movimiento no suenan nada descabellados. Queremos hacer ejercicios, leer y cultivar nuestro intelecto, estar informados, trabajar, pasar tiempo con la familia, salir de fiesta con los amigos, tener sexo de calidad, ir de compras, dormir lo suficiente y comer balanceado ¿Todo un desafío? Claro está. Y más cuando está patrocinado por el uso de las redes sociales y el surgimiento del FOMO (Fear of missing out > miedo a perderse algo), algo así como el mal de moda. Harina del mismo costal.
El resultado de esta frenética carrera ha hecho que, científicamente comprobado, las nuevas generaciones luzcan notablemente mayores por no decir envejecidas, además de ser víctimas de una erosiva desconexión entre lo que queremos de la vida y lo que realmente podemos obtener de ella, generando una sensación de que nunca tenemos tiempo suficiente, en el mejor de los casos. Y depresión, ansiedad, gastritis, insomnio y hasta hipertensión en los casos más extremos.
La impresión de que cada vez el tiempo pasa más rápido y la sorpresa que nos causa que casi ya estemos en marzo y todavía tenemos la resaca de año nuevo, forma parte de esta ilusión óptica en la que todos vivimos sumergidos.
La operación morrocoy no es el antibiótico de esta bacteria. El Movimiento Slow solo nos pide que, a menos que estemos en un maratón, comencemos a digerir conscientemente cada una de nuestras actividades diarias.
Aunque en Europa y en las ciudades más europeizadas de América ya este movimiento ha encontrado promoción en actividades como el uso de la bicicleta, no solo como recreación y deporte sino como medio de transporte; el incremento de la actividad fotográfica con la cual se ha puesto en práctica la observación más detenida; y la cotización en alza de los clubs de Slow Food, en los cuales se iza la bandera de “somos lo que comemos”, hay una variedad de propuestas para ejecutar esta filosofía de vida a mediano y largo plazo.
Cada vez son más frecuentas las ofertas de Slow Travel, vacaciones ideadas para personas alérgicas a los city tours y al corre corre entre los spots más turísticos de las ciudades. Se prevé que en unos cinco años habrá una revolución educacional ofertada por el Slow Schooling, que propone conectar a los alumnos con valores esenciales y con el aprender a pensar, mucho más efectivo que almacenar conocimientos para plasmarlos en un examen y luego desecharlos en el olvido. Y también está el Slow Work, que no es otra cosa que –aunque suene paradójico- multiplicar la productividad de los trabajadores invitándolos a trabajar más lento, con descansos más repetidos y pronunciados y acondicionando las oficinas con gimnasios y salas recreativas.
Frenar para contemplar y disfrutar. Encontrar en la lentitud una fuente de placer útil para alejarse de una vida estándar y ejercitar la paciencia saboreando, minuto a minuto, el momento que siempre hemos esperado cuando por fin llega. Algo así como ser lento y estar orgulloso de ello.