
Niños unplugged
Difícilmente se puede competir con un soldado que se arrastra, dispara gas lacrimógeno y sale eyectado de su F16 mientras intenta salvar al planeta de una invasión intergaláctica. O con un bebé que llora, hace la digestión y promete, a los meses de uso, sorprender con una incipiente dentadura que causará dolor y llanto, y para la cual trae un botiquín repleto de medicinas.
La sofisticación de los juguetes aumenta al mismo tiempo que todos nos damos cuenta de que el mundo es más sencillo de lo que siempre lo han dibujado. Pero mientras la mayoría toma conciencia del stop que debemos hacer, redundantemente para darnos cuenta de ésto, ya algunos lo han hecho y se promueven como pioneros de un movimiento casi sanador.
Caminando por la calle Nicaragua, una de mis favoritas de Palermo Soho (Buenos Aires), encontré la tienda Picnic, una mueblería con un apartado de juguetes –Picnic Junior- que busca, mediante la estética, arbitrar en el muchas veces conflictivo diálogo entre niños consumistas y padres trendys, o viceversa.
En Picnic nada es de plástico, nada requiere pilas y mucho menos algo trae instrucciones con advertencias de uso. Ellos, aunque a primera vista suene ilógico, tienen una mirada moderna de la infancia y proponen productos para futuros ciudadanos éticos, responsables y ecológicos.
Con una óptica del mundo vista desde la esquina de la funcionalidad, el look & feel de sus productos es más noble que sintético. Maderas, algodones, tejidos de crochet y telas texturizadas naturalmente, constituyen la gama de materiales con los que realizan estos juguetes para las distintas etapas de la infancia, objetos con altas probabilidades de también ser adquiridos por diseñadores, arquitectos o cualquier otro adulto con suficiente sensibilidad artística.